viernes, 20 de septiembre de 2019
CAPITULO 38 (PRIMERA HISTORIA)
Cuando el llanto cesó, se despidió de la señora Michel y salió a la calle de vuelta a su hogar.
Cenó en silencio con su abuela; los domingos por la noche, la alegría se evaporaba hasta los jueves por la mañana. Luego, se tumbó en la cama, haciéndose un ovillo, rodeó el almohadón y contempló el exterior a través de la ventana.
Entonces, su móvil vibró. Era un mensaje...
Pedro: Hola.
Paula suspiró. La tristeza la asolaba, no tenía ganas de nada, pero que él se acordara de ella le arrancó una pequeña sonrisa, y le escribió:
Paula: Hola.
Pedro: ¿Qué haces?
Paula: Estoy en la cama. ¿Y tú?
Pedro: Te he pillado durmiendo. Tienes la luz apagada.
Pau se levantó y gateó hasta la ventana. ¡Estaba allí! Aunque se encontraba entre unos árboles en la acera de enfrente, reconoció su silueta oscura, la reconocería con los ojos vendados.
Paula: ¿Tengo que denunciarte por acoso?
Pedro: Quizá... Llevo más de media hora aquí.
Paula se rio.
Paula: ¿Por qué estás aquí?
Pedro: Porque me estaba volviendo loco en casa. He estado todo el día mirando tu foto con Manuel en la revista. Salís en portada.
Paula: Y no te gusta.
Se mordió el labio. Su interior bailaba de júbilo.
Pedro: Preferiría una foto en la que salieras conmigo subida en mi moto, no sonriendo del brazo de mi hermano, a quien odio otra vez, por cierto.
Paula: Entonces, necesitamos hacernos una foto, para que la reemplaces por la de Manuel, y así no te volverías loco en tu casa.
Pedro: Me gusta la idea, pero he venido andando. Me gusta caminar.
Se apoyó en el marco del cristal, estiró las piernas en el colchón, a lo largo.
Paula: A mí también. Nunca uso transporte público.
Pedro: También te gusta correr.
Paula: Parece que sí tengo que denunciarte por acoso.
Pedro: Hace tres semanas, te vi en el Boston Common corriendo. Fue el día que te seguí hasta la escuela y hablé con Gus. Sí... Definitivamente, deberías denunciarme por acoso.
Paula rememoró su carrera de cuarenta minutos en el parque de aquella madrugada de la que él hablaba, que había sido unas horas después de la discusión por el incidente con Ava. Se había cruzado con dos mujeres en bicicleta y también con un hombre...
Paula: ¡Eras tú!
Pedro: No me reconociste.
Paula: No llevabas tu traje gris ni las gafas.
Pedro: Es que me estorban para correr... Prefiero las zapatillas, el chándal y las lentillas, aunque a lo mejor lo pruebo la próxima vez para que me reconozcas.
Paula se dobló por la mitad de la risa que le provocó el comentario.
Paula: Gracias...
Pedro: ¿Por acosarte?
Paula: No, por hacerme sonreír. Lo necesitaba...
Pedro tardó más de lo normal en contestar, lo que la inquietó.
Pedro: Me encantaría ver tu sonrisa ahora mismo.
Paula sufrió un pinchazo en el vientre.
Paula: Tendrás que conformarte con la foto de portada, doctor Alfonso.
Pedro: Tenía que intentarlo... ¿Cuándo nos vemos para repasar la siguiente conferencia?
Paula: ¿El jueves cuando termine con los niños?
Pedro: Tengo una operación programada a las seis. Te invito a cenar en mi casa. Me gusta cocinar.
Paula: Y a mí, comer.
Pedro: Entonces, perfecto. ¿Todavía sigues sonriendo?
Paula se mordió el labio. Numerosos corazoncitos revolotearon ante sus ojos.
Paula: Sí...
Pedro: Yo, también...
Paula: ¡El doctor Alfonso nunca sonríe!
Pedro: El doctor Alfonso está descubriéndose a sí mismo... Te dejo descansar. Tu acosador particular te desea felices sueños.
¿Qué significaba aquello?
Paula: Igualmente, doctor Alfonso.
Pedro: ¿Algún día me llamarás por mi nombre?
Paula: Algún día...
Pedro: Entonces, soñaré con ese día. Buenas noches, Paula.
Ella apoyó una mano en el cristal, la cortina estaba descorrida. Solo los separaba una ventana. Él levantó la cabeza al instante y avanzó hacia el borde de la acera, saliendo así de entre los árboles. Paula sonrió, Pedro, no, pero sus ojos brillaron en su dirección. Ninguno se movió durante un hermoso momento que quedó suspendido en el tiempo...
Se despertó a las cinco de la madrugada, su rutina, para salir a correr.
Cuando volvió al apartamento, tenía un mensaje de Pedro en el móvil, que había dejado en la mesita de noche.
Pedro: Tu acosador particular te desea buenos días.
Paula soltó una risita infantil y le contestó.
Paula: Buenos días, doctor Alfonso.
Pedro: ¿Sonríes?
Paula: Desde anoche...
Pedro: Yo, también...
Y así, feliz, Paula comenzó una nueva semana.
Y, por primera vez en ocho años, el lunes negro se convirtió en un lunes gris...
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