viernes, 20 de septiembre de 2019
CAPITULO 39 (PRIMERA HISTORIA)
No volvieron a escribirse. No se cruzaron en el parque, a pesar de que ella lo buscase entre los atletas del Boston Common a diario, pero su sonrisa no desapareció. A quien si vio fue a Manuel, el martes por la mañana, que se había acercado a desayunar en su casa. Su abuela se había marchado al mercado a comprar comida.
—Me sorprende verte aquí tan temprano en tu día libre —le comentó Pau, sirviéndole una taza de café—. Normalmente, aprovechas para dormir.
Estaban en la cocina y la expresión de su amigo era grave.
—Tuve guardia todo el fin de semana —le contó él. Aceptó la bebida y cogió un cruasán que había colocado Paula en una fuente de porcelana blanca —. Dormí bien anoche, pero tenía que hablar contigo cuanto antes.
—¿Qué pasa? —se preocupó ella, cruzándose de brazos.
—¿Te acuerdas de Ernesto Sullivan?
—Sí, claro. Lo vi el domingo en el parque —asintió, frunciendo el ceño—. Me invitó a un café para hablar sobre la escuela. Él es quien...
—No te acerques a él —la cortó Manuel.
—Estuvimos hablando de Hafam. Tengo que convencerlo de que no cierre la escuela. Solo eso. No pasa nada por...
—Eres una ingenua —musitó, enfadado—. Sullivan vive en Suffolk, en una calle perpendicular a la de mis padres. No estaba en el parque por casualidad.
Aquello la alarmó. Sus sospechas se confirmaron: Ernesto Sullivan la había seguido.
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