domingo, 20 de octubre de 2019

CAPITULO 137 (PRIMERA HISTORIA)




A la mañana siguiente, decidieron contarle a Catalina y a Samuel la verdadera historia de Georgia, los secretos que esa arpía guardaba con candados.


—Hay que hablar con Eduardo —sentenció su padre, caminando por el salón, pensativo.


—Y denunciar a Georgia —convino su madre, furiosa.


—No hay pruebas. El policía sigue buscando a John Smith —les informó Paula, acomodada en un sillón de orejas, con la pierna en alto; se la notaba rígida por la carrera de la noche anterior.


—Pues movilizaré mis contactos para buscar al socio de Eduardo — concluyó Samuel—. Eduardo debe saberlo.


—¿No crees que lo sabe ya? —le preguntó su esposa, entrecerrando la mirada—. Tú conoces a Eduardo, Samuel, ¿su empresa quiebra y no investiga a qué es debido? Tiene más contactos que tú.


—¿Por qué callaría, entonces? —quiso saber Pedro, también de pie—. ¿Y si Georgia lo amenazó?


Samuel sacó el móvil del bolsillo interior de la chaqueta y telefoneó a su amigo.


Era domingo, nadie trabajaba, por lo que el señor Graham se presentó en la mansión una hora más tarde, con pantalones de pinzas, camisa y jersey. Traía una bolsa consigo.


—No sé cómo disculparme —dijo Eduardo, nada más entrar en la estancia, abatido, entristecido y avergonzado. La sinceridad de su semblante así lo demostraba—. Paula... No tengo palabras. De verdad que siento mucho lo que hizo Georgia —se acercó y la tomó de las manos—. No sé de dónde sacó esa información, y mucho menos tenía idea de sus planes —respiró hondo y observó a los presentes—. He dormido en un hotel. Le pedí anoche el divorcio. Ya no aguanto más... —se desplomó en un sofá.


—Eduardo, hay algo que tienes que saber...


Le relataron la investigación de Ernesto y del policía, sin ocultar un solo detalle, por muy pequeño que fuera.


Y Eduardo... Eduardo Graham comenzó a encontrarse mal... Se mareó y palideció. Pedro acudió de inmediato en su auxilio, al igual que sus padres.


Eduardo respiraba con grave dificultad, se estaba ahogando.


—Me duele... el brazo... —articuló el señor Graham—. El... pecho...


—Llama a una ambulancia, Paula, rápido —le ordenó Pedro a su novia, recostando al hombre en el suelo en posición fetal.


La ambulancia se llevó a Eduardo al hospital con un cuadro de arritmia.


Catalina, Samuel y la joven pareja les siguieron en el coche.


Al final del día, Eduardo estaba recuperándose muy bien, aunque permaneció esa noche ingresado por precaución. Avisaron a Alejandra, que no se separó de su padre un solo minuto. No hablaron con la decoradora, ni siquiera le dirigieron un escueto saludo. Alejandra también los ignoró. Y Georgia estaba desaparecida, Pedro no supo si interpretarlo para bien o para mal...




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