martes, 29 de octubre de 2019
CAPITULO 17 (SEGUNDA HISTORIA)
Tras leerlo, se encerró en el baño de su nueva habitación y, sin molestarse en prender la luz, se sentó en el suelo, en un rincón, abrazándose las piernas, y lloró. ¿Cómo podía ser tan frío y poco comprensivo? Ninguna de sus conquistas conocía al verdadero Pedro Alfonso...
No supo cuánto tiempo permaneció desahogándose, gritando, a veces, murmurando incoherencias o sollozando. Se levantó y se refrescó la cara, borrando el rastro de las lágrimas, pero su rostro estaba hinchado y su mirada, enrojecida.
Escuchó voces, por lo que se dirigió al salón. Mauro, Bruno, Zaira, Caro, Pedro y Gaston acababan de llegar.
—¡Hola! —la saludó su amiga, corriendo a abrazarla—. ¿Estás bien? —se preocupó, al observarla con detenimiento.
—Es que me he despertado hace nada —mintió ella. Ignorando a Pedro, se concentró en el niño—. ¡Hola, gordito! —le dijo al bebé, mientras lo cogía en brazos y lo mecía en su pecho—. Te he echado de menos, nene —lo besó en la nariz y en el cuello, provocando que se riera y le contagiara la alegría.
Zai y ella se acomodaron en el sofá. Mau y Pedro se dispersaron para guardar las cosas de los niños en los dormitorios. Bruno se sentó al lado de Paula, con la niña en su regazo, y la besó en la mejilla.
—Solo falto yo por tener un hijo —les dijo Bruno, sonriendo con picardía.
—Para eso necesitarías una mujer, ¿no? —señaló Zaira, divertida—. Y hace mucho que aparcaste tus ligues.
—¿De verdad? —se asombró Chaves—. ¿Tanto has cambiado en este tiempo que no he estado aquí?
Él se sonrojó.
—Lo que le pasa es que está enamorado —comentó Pau, entre risas.
—¡Claro que no, joder! —se indignó Bruno, entregándole a Caro.
—¿Entonces? —le incitó Paula a que hablara.
—Hace mucho que no salgo con nadie —se encogió de hombros—. Llevo unos meses centrado en el trabajo, solo es eso.
—¿Meses? —repitió Zai—. Llevas más de un año, desde que...
—Desde nada —la cortó Bruno, incorporándose—. Si me necesitáis para algo que no sea molestarme con cotilleos, estaré en mi cuarto —y se fue.
—¿Se ha enfadado? —quiso saber Chaves, parpadeando, confusa ante su reacción—. Creo que es la primera vez que lo veo enfadado.
—No te inquietes —le aseguró su amiga, sosteniendo a su niña en el hombro—. Mauro me dijo que el año pasado Bruno se tuvo que enfrentar a una operación muy arriesgada —arrugó la frente, adoptando una actitud de gravedad—. Le llegó el traslado de una chica de veintitrés años que estaba en coma. Había sufrido un accidente de tráfico, se recuperó, pero, al poco tiempo de recibir el alta, se desmayó. Los que la trataron descubrieron que tenía un coágulo en el cerebro que habían pasado por alto en las pruebas que le habían hecho. Como no se atrevían a operarla, se la mandaron a Bruno. Ya sabes que es uno de los mejores neurocirujanos del estado.
—Sí —asintió ella, concentrada en la historia—. Continúa.
—La cuestión —suspiró— es que el coágulo era muy grande. El riesgo de la intervención era del noventa por ciento. Aun así, Bruno la operó. La intervención fue un éxito —sonrió un instante y frunció el ceño—, pero no salió del coma. Y sigue en coma, Rose —arqueó la cejas—. Bruno no se ha separado de ella un solo día. Cuando no tiene que trabajar, va al hospital a verla.
—¿Pero? —pronosticó Paula.
Zaira respiró hondo y se inclinó para bajar la voz, por si el pequeño de los Paula surgía en la estancia.
—Esta chica es la hermana de Lucia Hunter, el primer paciente fallecido de Bruno. ¿Te suena? Murió un año antes de que tú entraras a trabajar en el hospital, pero, a lo mejor, has oído hablar de ella.
—Lucia Hunter... —musitó Chaves—. ¡Claro! ¡Ya me acuerdo! —exclamó —. ¿No fue gracias a esa paciente que le ofrecieron a Bruno el puesto de jefe de Neurocirugía?
—Exacto.
—Me acuerdo porque una de mis compañeras estaba loca por él —se rio, nostálgica—. No dejaba de parlotear sobre el doctor Bruno. Ella fue la que me contó la historia.
—Bruno lo pasó fatal cuando murió Lucia. Estuvo en terapia. Mauro cree que si se vuelca tanto en Nicole es porque se siente culpable por la muerte de Lucia y piensa que tiene una segunda oportunidad con su hermana —se inclinó y añadió en un susurro—. Lo que yo creo es que algo más pasa, porque se pone colorado si sacamos el tema, incluso se enfada, y Bruno nunca se enfada —soltó una carcajada.
Paula la imitó.
Y gracias a esa conversación, gracias a que tenía a su mejor amiga cerca, el dolor de su interior se desvaneció y disfrutó de una charla de reencuentro.
Rezó para que momentos como ese se repitieran a diario, los necesitaba como el respirar
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