domingo, 24 de noviembre de 2019
CAPITULO 79 (SEGUNDA HISTORIA)
Habían pasado dos semanas desde la última vez que Pedro había coincidido con su mujer.
Dos semanas, y el maldito olor a mandarina lo perseguía al salir y entrar en el despacho a diario. Se estaba volviendo loco, ¡se imaginaba hasta su aroma!
Después de que Paula le hubiera pedido espacio, ella había solicitado un cambio de turno en el hospital. Él se había enterado gracias a Bonnie, que lo había escuchado por casualidad.
Su mujer trabajaba de noche, sin contar con las guardias, que en esos quince días habían sido los fines de semana. El problema era que muchos pacientes de Bruno pasaban por Pedro también.
Había evitado, hasta en sus propias guardias, acercarse a Neurocirugía, inventando excusas con su hermano... hasta ahora.
—¿Me vas a decir que cojones os pasa? —le exigió Bruno, al irrumpir en su despacho, a las once de la noche, con una profunda arruga en la frente.
Él tecleaba en el ordenador unos informes.
—¡Joder, Pedro!
Pedro lo miró.
—No pasa nada.
—¡Y una mierda! —exclamó Bruno, alzando los brazos—. Llevo viendo a Paula llorar desde que se reincorporó en el hospital. Ella cree que no me doy cuenta, pero, a veces, la escuchó en el baño y siempre tiene los ojos rojos. ¿Qué le has hecho?
—¡Yo no he hecho nada, joder! —se levantó, furioso consigo mismo, y angustiado. Se pasó las manos por la cabeza. Observó las luces de la ciudad a través de la ventana. Inhaló una gran bocanada de aire y la expulsó lentamente —. Quiere espacio y tiempo para asimilar.
—Asimilar, ¿qué? —quiso saber su hermano, más calmado.
—Ya lo sabes.
—Pues tendrás que invadir su espacio y su tiempo porque es evidente que está más hundida que hace quince días.
Pedro se giró. Bruno arqueó las cejas.
—¿No te das cuenta de que alejarte de Paula la está perjudicando de cara a las demás, y a sí misma también? —le dijo Bruno con suavidad.
—Es ella la que se ha alejado, yo solo respeto su decisión —apretó los puños a ambos lados del cuerpo—. No quiero hacerlo. ¿Crees que me resulta fácil? ¡No, joder! Si yo estuviera en su situación... —gruñó.
—No soportarías que otros hombres te recordasen o te contaran mentiras sobre la cantidad de veces que se acostaron con ella, ¿a que no?
—¡Claro que no! —rugió, sujetándolo por las solapas de la bata.
Bruno sonrió.
—¿Y preferirías que Paula se mantuviera lejos de ti o a tu lado?
—Ella me lo pidió... —emitió él en voz apenas audible. Lo soltó y retrocedió, temblando.
—Contesta a esta pregunta —le pidió en igual tono—: ¿cómo te sentirías si ella respetase tu decisión, estando tú en su situación, Pedro?
—Me comería la cabeza, la imaginaría con esos hombres y... ¡Joder! —de nuevo, se pasó las manos por la cabeza, desquiciado, clavándose los dedos—. Ella tiene razón, es insoportable... —resopló—. La quiero conmigo. A mi lado —se le inundaron los ojos de lágrimas. Parpadeó y se giró para que su hermano no lo descubriera—. Si ella se apartara, me sentiría mucho peor — los celos se mezclaron con el dolor que le produjo un machete invisible atravesando su corazón.
—Hoy es una noche tranquila —Bruno le palmeó el hombro—. Operé ayer a un paciente que necesita unas pruebas. Hay que comprobar si el tumor ha desaparecido. ¿Por qué no te encargas tú con Paula ahora? Así le enseñas una parte de ti que desconoce: tu trabajo.
—Ella no quiere que yo...
—Ella no tiene por qué saberlo hasta que te vea —le guiñó un ojo y se dirigió a la puerta—. Te aviso por mensaje cuando esté todo listo. Por cierto —dio media vuelta—, le interesa tu especialidad.
—¿A quién? —frunció el ceño.
—A tu mujer. Tenéis más cosas en común de lo que creéis —y se fue.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario