sábado, 7 de diciembre de 2019

CAPITULO 123 (SEGUNDA HISTORIA)




El viernes, Pedro se escapó del trabajo a la hora del almuerzo para comer con su suegra, su cuñado y su madre en la mansión Alfonso. Juana y Alejandro ya estaban al tanto del apartamento que les había comprado y habían puesto el grito en el cielo al enterarse. No obstante, al fin lo aceptaron. Decidieron, para evitar una posible discusión entre él y Paula, que esta jamás se enterase de que él lo había pagado.


—¿Se sabe algo de Melisa? —se interesó su suegra, retorciéndose los dedos en el regazo—. No me atrevo a salir de aquí, por si la vemos.


Estaban en los sillones del salón.


—Te lo he dicho muchas veces, mamá —la increpó Alejandro, enfadado—. Siempre dejas que Melisa y papá se salgan con la suya. ¡Estoy harto! —alzó los brazos al techo. Se levantó del sofá—. Siempre la misma historia... Ahora que nos hemos ido, ¿tenemos que escondernos? —se tiró del pelo con fuerza —. ¡Me niego!


Juana ahogó un sollozo, a punto de llorar.


—Tranquilízate, Ale —lo reprendió Pedroincorporándose—. Tu madre se acaba de separar. Dale tiempo, porque una cosa es ser el hijo que ve cómo su padre maltrata a su madre —apretó la mandíbula—, y otra bien distinta es ser tu madre en esa situación. Son muchos años.


La estancia se silenció. Todos los pares de ojos se desorbitaron.


—Perdona, Juana —se disculpó él—, no debí...


—No, Pedro —lo interrumpió—. Tienes razón —se puso en pie—. Ale también tiene razón. Además, ya es hora de mudarnos, llevamos demasiados días abusando de tu hospitalidad, Catalina.


—¡Ah, no! —se quejó Catalina, tomándola de las manos—. Eso sí que no. Esta es vuestra casa. Podéis quedaros —mostró una sonrisa radiante— hasta que amuebléis la nueva. Y hay que inscribir a Ale en un instituto. En el que estudiaron mis hijos tiene una reputación muy buena. Conozco al director, es amigo de Samuel. Lo llamaré ahora mismo —cogió el móvil de la mesita y telefoneó a su marido.


Pedro adoraba a su madre. Siempre tenía una respuesta y una solución para todo y era tan persistente como él. Físicamente, solo se parecían en la nariz, pero, en cuanto a personalidad, lo único que los diferenciaba era que su madre tenía una paciencia infinita y Pedro, no.


Se despidió de todos y regresó al hospital.





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