viernes, 24 de enero de 2020
CAPITULO 102 (TERCERA HISTORIA)
Me ama... Mi muñeca me ama...
—Toma —le dijo Dani, entregándole un gin tonic.
—Gracias —dio un trago, saboreándolo.
Está muy rico, pero no tanto como ella...
Después de los fuegos artificiales, habían seguido abrazados un par de minutos más en la misma posición, en silencio. Y regresaron juntos, aunque sin tocarse. Su abuela le guiñó un ojo al entrar en la carpa y él le sonrió como respuesta.
—Cariño —lo llamó su madre—, ya es hora del regalo de tu padre. Avisa a tus hermanos.
Pedro obedeció. La luces se apagaron por tercera ocasión esa noche.
Entonces, en la pared del fondo, detrás de la barra, donde acababan de colocar una pantalla blanca, comenzó a proyectarse un video, cuyo protagonista era Samuel Alfonso. La canciones favoritas de su padre, interpretadas por Elvis
Presley, Frank Sinatra, Gloria Gaynor y Chuck Berry, entre otros, sonaban a la vez que salían imágenes y frases divertidas, centradas en su padre como médico, desde que estudió en la universidad hasta la actualidad, y acompañado por su familia, por sus compañeros de profesión, por sus pacientes y por sus amigos, ya fuera posando o ajeno a la cámara. Lo había hecho Catalina, una sentimental en cuestión de regalos.
Fue muy emotivo. A los tres mosqueteros les picaron los ojos. Zaira y Rocio lloraban a lágrima viva. Todos reían con algunos comentarios divertidos del video.
Pedro estaba rodeado por sus cuatro hermanos, pero se sentía vacío, necesitaba a Paula. No pudo evitar buscarla con la mirada. Ella, en el otro extremo, contemplaba el video con una mano en el corazón; en la otra mano sujetaba una copa de champán rosado.
Él sonrió. Le había pedido a su madre que compraran Cristal Rosé y que indicara a todos los camareros que se lo sirvieran solo a Paula hasta que ella ya no quisiese beber más. Habló con Castalina el lunes, tras esas intensas veinticuatro horas junto a su leona blanca. Quería mimarla y consentirla.
El video terminó. Los señores Alfonso se besaron y se abrazaron, demostrando el amor que se profesaban. Estaban exultantes, pletóricos. Los invitados aplaudieron con fuerza y el baile comenzó. La noche estaba resultando maravillosa para los anfitriones, que recibieron continuamente muestras de cariño y bromas.
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