martes, 7 de enero de 2020

CAPITULO 46 (TERCERA HISTORIA)




Sus padres la llevaron al loft. Ramiro se fue, alegando que tenía un partido de tenis con un fiscal muy importante.


—Vendré a buscarte a las diez y media —le comunicó Karen en la puerta del edificio—. ¡Qué emoción! —la abrazó con fuerza.


Elias también la abrazó.


—Mi niña... Te llamaré esta semana para comer juntos, ¿te apetece? —le acarició la cara.


Ella, ¡por fin!, sonrió de verdad. Le encantaba pasar tiempo con su padre.


Se marcharon.


Paula entró en su casa, se descalzó, se preparó una infusión y llamó a sus alumnos para cambiar las clases a última hora de la tarde del día siguiente, deshaciéndose en disculpas. Se sentía fatal. Ahora que había retomado su vida, tenía que abandonarla...


Accionó el iPod. La canción Thinking out loud de Ed Sheeran inundó el pequeño espacio, demasiado apropiada para su estado. Subió el volumen.


Justo cuando se tumbó en el sofá, su móvil vibró, en el suelo. Alargó el brazo y lo cogió. Era un mensaje de...


DP: Curioso el destino... Anoche no querías verme más y diez horas después coincidimos en un restaurante.


Se sentó de un salto, al igual que su corazón. Se cubrió la boca. Se le cayó el teléfono. Lo cogió de nuevo, con manos temblorosas, pensando qué debía hacer, pero Pedro le escribió otro mensaje:
DP: Perdona. No estoy respetando tu decisión. Nos veremos en diciembre para tu revisión. Te llamarán mañana del hospital para confirmar la cita. Adiós, Paula.


Paula ahogó un sollozo. Rápidamente tecleó una respuesta:
P: ¡No te vayas, Pedro!


DP: Pau... ¿Amigos?


Las lágrimas bañaron su rostro. Sonrió con una inmensa tristeza.


P: No sé si es buena idea ser amigos...


DP: ¿Porque nos hemos besado?


P: Ramiro planeó el destino... Reservó él en el restaurante porque sabía que tú ibas a estar allí. Hoy me ha puesto a prueba. Está raro.


DP: ¿Qué quieres decir con que está raro?


Ella suspiró, recostándose sobre los cojines. 


Decidió sincerarse.


P: Mi relación con Ramiro es bastante particular... No somos una pareja normal. Él ha intentado que seamos una pareja normal, pero desde hace mucho lo he rechazado, no sé si me entiendes... Ya te dije que no estoy enamorada de él, que si me caso con él es por mis padres, porque es lo que ellos quieren... Siempre han querido a Ramiro para mí, y yo he intentado ser una chica normal, una novia normal, pero cuando no sientes «nada», es difícil ser normal... Tengo un problema con ese tema... Y Ramiro ahora quiere una relación normal, y no puedo dársela, y tengo miedo... Desde ayer está raro, porque hoy es la primera vez que me besa desde que salí del hospital, y no sé qué pensar... Y mi madre le ha dado una copia de la llave de mi casa... No, Pedro, no es buena idea
que seamos amigos.


Pedro tardó en contestar, pero lo hizo.


DP: No te pongas nerviosa por lo que voy a decirte... Ayer nos besamos y no sentí a una mujer asustada, tampoco a una mujer que no sentía «nada»... sino a una mujer que quería dejarse llevar por lo que estaba sintiendo. Y, cuando quieras, te lo demuestro, Pau, porque estaría más que encantado de besarte otra vez... y otra... y otra... Así que supongo que tienes razón, no podemos ser amigos. Jamás podría tratarte como a una amiga.


Paula se paralizó. Su iPhone vibró al instante.


DP: Respira, Pau...


Ella soltó el aire que había retenido, aunque no se relajó, ¡imposible! Le escribió.


P: No deberías decirme esas cosas.


DP: Lo sé, pero me niego a que creas que tienes un problema cuando no es así. Ahora me asalta la duda... ¿Qué clase de relación tenéis? No hay besos, no hay... «nada». Perdóname, pero yo soy tu novio y te juro que habría «todo» entre tú y yo...


Paula se estiró el vestido.


P: Cambiemos de tema, porque no te incumbe, y la culpa es mía, no sé por qué te he dicho nada...


DP: Tú me incumbes, así que no vuelvas a decir que algo relacionado contigo no me incumbe. Además, la última vez que tu novio te besó fue hace casi dos meses, sin contar con hoy. Me extraña. Y deja de tocarte la ropa.


Ella bufó, indignada. Obedeció, soltando el vestido con reticencia.


P: ¿Qué es lo que te extraña, Pedro?, ¿que tampoco sienta nada con un beso? Ya te lo he dicho, tengo un problema.


DP: ¿Ah, sí? ¿Tuviste un problema ayer conmigo? Si no llega a ser porque te hiciste daño en el culo, todavía seguiríamos besándonos.


P: Lo de ayer fue distinto.


DP: Ya sé que fue distinto, pero quiero que me digas en qué fue distinto para ti.


P: Me gustó... Y no preguntes más.


DP: ¿Te gustó besarme?


P: ¡He dicho que no preguntes más!


DP: ¿Qué sentiste?


P: ¡PEDRO!


DP: Contesta a la pregunta, PAULA. Y no me llames así. Ahora mismo llámame «doctor Pedro».


P: ¿Y por qué ahora mismo «doctor Pedro» No entiendo la diferencia.


DP: Porque «Doctor Pedro» es un apodo cariñoso ¿Lo entiendes ahora?


Paula contuvo el aliento. Sí. Lo comprendió a la perfección.


P: Nuestra corta amistad ha sido muy bonita, doctor Pedro, pero, lamentándolo mucho, debe finalizar. Nos veremos en diciembre. Gracias por todo.


Apoyó el móvil en el sofá como si se tratase de una reliquia.


Pero ¡¿qué clase de tontería le acabo de decir?! ¡¿Amistad bonita?! ¡Seré idiota!


Se frotó la cara y se preparó otra infusión para apaciguarse. Se la bebió despacio, intentando despejarse. Recordó las enseñanzas que había adquirido en su estancia en China. Hizo una serie de respiraciones, esenciales para sintonizar el cuerpo con la mente.


Comprobó el teléfono. Encendió la pantalla tantas veces seguidas que creyó convencida que se volvería loca. Pedro no respondía.


Era eso lo que pretendías, ¿no, guapa? 


¡Ahuyentarlo! Pues lo has conseguido. ¡Enhorabuena!


Suspiró, derrumbándose en el sofá.


Entonces, sonó el timbre.


—Será la señora Robins —caminó hacia la puerta—. Qué oportuna... — chasqueó la lengua.


Abrió, dibujando una sonrisa de perfecta educación, pero la sonrisa se le congeló al descubrir a su invitado sorpresa, y no era Adela...




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