martes, 21 de enero de 2020

CAPITULO 91 (TERCERA HISTORIA)




Entraron en la ducha. El agua enseguida los empapó. Pedro acarició su cintura y se perdió hacia abajo, arrastrando las manos por sus costados, hasta levantarle una pierna para que le abrazara la cadera. Ella se sujetó a sus hombros y se le cortó el aliento al notar su palpitante erección en su inocencia.


La sensación fue...


—Dios... —se mareó unos segundos.


—Y todavía... no hemos empezado... —le susurró Pedro, sobre su boca, sabedor del efecto que causaba en Paula, pero igual de afectado que ella, le costaba hablar con tranquilidad—. ¿Te late el corazón tan rápido como a mí? —le lamió los labios con la punta de la lengua—. Dímelo, por favor...


—Mu... Muy... rápido... —se movió, por instinto, hacia arriba, un gesto que les robó un largo gemido a ambos—. Pedro...


—Pau... —su frente aterrizó en la de Paula—. Nunca había sentido nada igual que lo siento cuando estoy contigo... —la miró—. Y sé que a ti te pasa lo mismo...


Paula cerró los ojos con fuerza. Se le formó un nudo en la garganta.


—Mírame, por favor... —le rogó él.


Tragó saliva y lo miró.


—Por favor... —recalcó Pedro, apretando la mandíbula—. Mírame siempre a los ojos para que no se te olvide...


Pedro... —sollozó, comprendiendo a la perfección lo que acababa de decirle.


—Para que no se te olvide quién eres... Y para que no se te olvide que esto no es malo... —comenzó a mecer las caderas lentamente—. Algo que se siente tan bien no puede ser malo... ni tú lo eres... ni nosotros... ni hacerte el amor de todas las formas posibles que tengo toda la intención de hacerte... y son muchas... ¿Preparada?


No le permitió responder, sino que la apoyó contra los azulejos y la besó, sin contención, sin reprimirse más. El agua se deslizaba entre sus bocas con sensualidad, incrementando las llamas que estaban consumiéndolos. Se
frotaron lentamente al principio. Pedro subía y bajaba sus caderas, mostrándole todo un mundo por descubrir. Solo se rozaban, pero la intensidad era abrumadora. Maravilloso...


—¿Te gusta, Pau? —detuvo el beso y la observó con ojos turbios—. ¿Tienes miedo?


—Me gusta mucho... —le clavó las uñas—. Contigo no tengo miedo... Contigo siento todo... Contigo lo quiero todo...


—Joder... Bésame —gruñó.


Paula lo sujetó por la nuca y lo atrajo hacia ella. 


Se besaron con entusiasmo. Ruidosos, muy ruidosos... El baile de sus caderas varió. La carnal melodía se tornó peligrosa... Pedro aumentó el ritmo, estrujándole el trasero con fuerza. La embestía con la lengua a la par, de manera rápida, ansiosa...


El éxtasis fue demoledor... Se tragaron sus gritos de placer. Se arquearon el uno contra el otro. Se aplastaron y se devoraron hasta que sus corazones recuperaron la normalidad, solo entonces él paró el beso y la miró con unos ojos que acariciaron el alma de Paula.


¿Cómo puedo casarme con otro que no eres tú?



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