sábado, 14 de septiembre de 2019
CAPITULO 18 (PRIMERA HISTORIA)
Por fin, llegó el lunes.
Pedro había pasado el peor fin de semana de su vida. ¿Por qué? Porque no había dejado de pensar en Paula. Con la intención de volver a verla, había salido a correr el sábado por el parque a la misma hora que el viernes tras su
guardia. Y lo había atravesado entero y durante largo rato —las agujetas por el exceso de ejercicio lo confirmaban—, pero sin éxito.
Después, había buscado la dirección de Stela Michel por todas partes, incluso le había preguntado a su madre, pero solo le pudo facilitar un teléfono. Había llamado; sin embargo, la melodiosa voz de Paula al otro lado de la línea lo había incapacitado, literalmente, para responder, y había colgado. Y también se había presentado en la escuela Hafam, pero la había encontrado cerrada.
Tenía contactos, podía utilizarlos para averiguar más sobre aquella pelirroja. Además, le quedaba Manuel; pero si le preguntaba por ella a su hermano, si mostraba un mínimo interés, le tocaría soportar un interrogatorio exhaustivo y muchas carcajadas, por lo que decidió no jugar esa carta. De momento.
Había rechazado un plan nocturno con sus amigos; con Bruno y Manuel, también. De repente, tomarse una copa le aburría. Le gustaba despejarse, pero no le apeteció. Su móvil no había dejado de vibrar con mensajes, en especial provenientes de Alejandra.
Y la culpa era de Paula.
Paula... Paula...Paula... ¡Solo Paula!
Hacía siete meses que la conocía, hacía siete meses que la evitaba, hacía siete meses que le sacaba de quicio, hacía siete meses que la odiaba, pero...
Desde el incidente con Ava, todo había cambiado; más concretamente, desde la discusión de aquel día, desde que, para él, había pasado de niña a mujer y se había fijado en sus pecas... Y desde que la había descubierto en el Boston Common vestida con ropa ajustada... Y desde que había visto su maravillosa melena suelta... Y desde que ella se había caído de la silla en casa de sus padres...
Y desde que lo había abrazado en la moto...
Me tiene embrujado, joder...
Sentir su cuerpo pegado al suyo lo había excitado tanto que todavía le dolía cierta parte de su anatomía. Había estado a punto de telefonear a Alejandra para desfogarse y, así, relajarse y soltar el condenado estrés que estaba sufriendo; pero no lo hizo, porque a quien quería tener entre sus brazos no era a cualquier mujer, sino a una en particular, a una niña, en realidad, porque era catorce años menor que él. No obstante, la deseaba como no había deseado a ninguna otra. Definitivamente, es una bruja... El día que la conocí me lanzó un hechizo, ¡seguro! Y menuda puntería...
—Joder... —se quitó las gafas y se restregó los ojos—. Me estoy volviendo loco —recogió los informes que debía entregar al director del hospital y salió al pasillo.
—Doctor Alfonso—lo llamó la enfermera Moore, cuando lo vio en la recepción de Pediatría—. Paula me ha pedido que le diga que no puede venir.
—¿Cómo que no puede venir? —se enfadó al instante.
—Los lunes está ocupada —respondió Rocio, encogiéndose de hombros.
Pedro suspiró de forma contenida y asintió. El director West cambió la misteriosa reunión para el martes y Pedro le pidió a Moore que avisara a Paula.
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