jueves, 3 de octubre de 2019

CAPITULO 81 (PRIMERA HISTORIA)




—¿Todo bien? —se interesó Manuel, mientras se sentaba en uno de los taburetes de la barra americana.


—Sí —sonrió, sacando una tableta de chocolate de la nevera—. Muy bien, en realidad —calentó leche en una cacerola y echó la tableta y unas cucharadas de azúcar.


—Me alegro mucho. Te mereces a Paula.


Pedro observó a su hermano y arrugó la frente, Manuel no sonreía.


—¿Entre tú y Rocio...? —comenzó él.


—Fue un error que no se repetirá —desvió los ojos a un punto infinito.


—Pues a mí me gusta mucho Rocio para ti. Y a ti, también, digas lo que digas —le palmeó el hombro—. Por si te interesa —alzó las cejas—, tiene una cita mañana con Howard.


—¿El gilipollas de los hoteles? —escupió, saltando del asiento—. ¡Pues que les vaya bien, joder! —gritó—. ¡A mí qué mierda me importa! —y se fue.


Pedro meneó la cabeza. Removió el chocolate hasta que se volvió muy espeso y lo vertió en dos tazas. En ese momento, vio que todas eran blancas, simples, y pensó en comprarle una a Paula de todos los colores; ella se merecía un huequecito, y así el apartamento irradiaría más luz.


Contempló la vivienda desde el pasillo. Se percató, entonces, de que ya no le gustaba tanto. Hacían falta unas flores, o un cojín rosa fosforito, o una alfombra amarillo chillón.


Al entrar en la habitación, se le cayó el chocolate al suelo...


Una mujer espectacular se presentaba ante él vestida únicamente con boxer.


Sus senos... esos maravillosos senos, gloriosos, redondeados, erguidos, rosados, suculentos... estaban desnudos... Él se paralizó, se le secó la garganta.


Paula ahogó un grito y se cubrió con las manos.


—¡No mires! —chilló ella, abochornada por completo.


Pedro se giró al instante. Su corazón sufrió el enésimo colapso del mes.


Lo que me faltaba...


La imagen lo trastornó. La vocecita en su interior se desternilló de risa.


No resisto... Una noche durmiendo al lado de esos pechos, de esas curvas, de esa mujer... ¡Joder!




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