martes, 17 de diciembre de 2019

CAPITULO 155 (SEGUNDA HISTORIA)





Minutos más tarde, recompuestos por el rápido y soberbio escarceo amoroso, descendieron las escaleras hacia la primera planta entre arrumacos, besos y promesas licenciosas. Al llegar al hall, ella escuchó una voz que le resultó vagamente familiar. Catalina hablaba con alguien en la puerta principal.


—¡Oh, cariño! —exclamó la señora Alfonso, divertida—. Tendrás que ser más concreta. Ahora mismo, hay aquí cinco hombres que se llaman doctor Alfonso.


—¡Nicole! —dijo Paula, muy sorprendida.


—Hola —la saludó Nicole Hunter, cuyo rostro de muñeca todavía estaba algo pálido—. Eres Paula, ¿verdad?


—Es la paciente de Bruno —le explicó Pedro a su madre—. ¿Preguntas por él?


Catalina analizó a la recién llegada con una enigmática sonrisa.


—Pasa, Nicole, por favor —le pidió—. Soy Catalina, la madre de Bruno.


—Es un placer —convino ella, con una sonrisa extremadamente tierna y una voz delicada y suave. Extendió la mano—. Soy Nicole.


—¡Uy, tesoro! Nada de formalidades —la abrazó.


Paula y su marido se miraron y ocultaron una risita. Catalina Alfonso era maravillosa.


—En realidad, venía a hablar con el doctor Alfonso, pero si es mal momento... Yo... —titubeó, ruborizada—. No tenía que haberme presentado aquí, pero hace semanas que no lo veo y solo quería darle las gracias por todo lo que hizo por mí, nada más.


¿Semanas? Pero ¿quién ha tratado a Nicole desde que despertó del coma?


¡Uy, Bruno, estás perdido, amigo!


—Por supuesto que no es un mal momento —Catalina la rodeó por los hombros, conduciéndola hacia el interior de la mansión—. ¿Has cenado?


—No, pero no se preocupe. Solo será un minuto y me voy.


Se dirigieron los cuatro al jardín.


—Te quedas a cenar —decidió la señora Alfonso, sin atisbo de dudas ni posibilidad de que Nicole se negara—. Además, hoy celebramos el cumpleaños de Bruno, ¿verdad que sí, hijo? —añadió hacia el aludido.


Bruno se giró y se congeló en el acto. El color desapareció de su rostro.


—¿Qué hace aquí, señorita Hunter? —le exigió un desconocido Bruno Alfonso.


—¿Y esos modales, Bruno? —lo reprendió su madre, con el ceño fruncido.


—No sé quién le ha dado la dirección de mi familia, y tampoco el motivo por el que está aquí, pero, si desea una reunión, una consulta o una revisión, preséntese en el hospital y pida cita —y entró en el salón, perdiéndose de vista.


Los presentes desorbitaron los ojos, anonadados. Nicole, en cambio, se irguió, aguantando las lágrimas.


—Disculpen las molestias causadas —emitió la chica en un hilo de voz, antes de marcharse.


—¿Alguien me explica lo que acaba de pasar aquí? —preguntó Samuel. 


—No lo sé —farfulló Catalina, enfadada—, pero el mocoso de tu hijo me va a oír —y se fue en busca del susodicho.



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