lunes, 17 de febrero de 2020
CAPITULO 180 (TERCERA HISTORIA)
Se marcharon al loft caminando. Y, en cuanto perdieron de vista a Elias y a Karen...
—¡No me lo puedo creer! —gritó ella, colgándose del cuello de su novio —. ¡Por fin!
Él se contagió de su alegría, levantándola del suelo y cargándola sobre el hombro. Paula chilló entre carcajadas cuando Pedro comenzó a girar sobre sus talones, sin importar el espectáculo que estaban dando en plena calle.
—Pues si que estáis contentos —pronunció una voz familiar.
Pedro se detuvo de golpe.
—Hola, mamá —saludó él a Catalina— y señoras —añadió.
—Oye, bájame —le pidió Paula, muerta de vergüenza—. Hoy no es nuestro día... —se llevó las manos a la cabeza. Sus cabellos sueltos casi barrían la acera—. ¡Pedro! —protestó.
Él se dio la vuelta para que vieran a su acompañante.
—Os presento a mi novia, Paula. Paula, estas son las amigas de mi madre, las que están preparando la gala.
Ella levantó como pudo la cabeza y descubrió a tres mujeres junto a la señora Alfonso, intentaban contener la risa.
—Ay, Dios... ¡Bájame, haz el favor!
Y obedeció. Automáticamente, Paula le tiró de la oreja en un arrebato.
—¡Ay! —se quejó él, agachándose.
—Haberlo pensado antes... —lo soltó y sonrió, tendiéndole la mano a las mujeres que componían la asociación Alfonso & Co—. Encantada de conocerlas.
Paula sabía quiénes eran, las reconoció por las revistas. Esas tres mujeres, Bianca, Denise y Sabrina, famosas, millonarias y atractivas, se dedicaban por completo a ayudar a los más necesitados. Colaboraban económicamente con el Estado en cuestiones de beneficencia.
Estuvieron charlando con ellas unos minutos. Después, la pareja regresó al loft.
—¿Te apetece salir esta noche? —le preguntó él al entrar en el apartamento —. Me dijo Dani el otro día que hoy había un concierto en Hoyo y que iban a ir todos.
—Vale —sonrió—. Por cierto, deberíamos comprar juegos de sábanas y una colcha para la cama, por si nos quedamos más veces aquí.
—Podríamos convertirlo en nuestro refugio —la abrazó por la cintura—. ¿Qué te parece? Como el estanque en Los Hamptons.
Paula subió las manos por sus pectorales, admirando sus músculos, encendiéndose por lo rico que estaba... Enredó los dedos en su pelo y tiró, obligándolo a inclinarse.
—Me parece perfecto... doctor Pedro...
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