miércoles, 18 de diciembre de 2019
CAPITULO 4 (TERCERA HISTORIA)
Su cuñada seguía siendo toda una belleza a pesar de su cortísimo cabello rubio. Su intachable seguridad y su fiera confianza en sí misma la convertían en el alma gemela de su hermano Manuel, sin duda.
Hacía cuatro meses que Pedro le había extirpado un tumor cerebral benigno.
Quería mucho a sus dos cuñadas, pero a Paula la adoraba. No solo era su amiga, sino que también formaba parte de su equipo en el General. Había estado presente, junto a él, en el momento exacto en que Paula había despertado del coma, y, si no llega a ser por su cuñada, Pedro no hubiera reaccionado.
Rocio había estado de baja por el tumor, luego se había tomado unas semanas de vacaciones, pero le encantaba su profesión, por lo que se había reincorporado al hospital en jornada reducida, solo trabajaba por las mañanas, así disfrutaba de su hijo, Gaston.
—¿Cómo es que dejaste de tratar a Paula? —inquirió ella, sonriendo con picardía—. Ha dicho que hace semanas que no te ve.
Él se encogió de hombros y dio un largo trago al botellín.
—Te dije que la trataría como un paciente más cuando despertase, y eso es lo que he hecho.
—Ya... ¿Tu actitud no tendrá nada que ver con cierto anillo de compromiso que lleva en el dedo?
Pedro desvió los ojos al césped. Su amiga acortó la distancia y se puso de puntillas.
—Si te sirve de algo —le susurró al oído—, todavía no tiene fecha de boda.
—Rocio, por favor...
—Está bien, me callo —retrocedió—. Por cierto, si quieres saber quién le ha dado la dirección de la mansión, habla con Mauro —y se fue.
Él frunció el ceño. ¿Mauro?
¡Joder!
Se acercó a su hermano, en el extremo del tablero.
—Espero que esto no tenga nada que ver con cierto baile de graduación — le dijo Pedro a Mauro en voz baja para que no lo escuchara nadie.
Mauro le dedicó una sonrisa de triunfo.
—La venganza es un plato que se sirve frío, Pedro. Hice el ridículo en mi baile de graduación por tu culpa, y te avisé de que me vengaría —le palmeó la espalda y lo dejó plantado y furioso en mitad del jardín.
Pedro dejó el botellín vacío en la mesa y se sirvió otro. Se propuso ignorar a Paula. Cuanto más lejos de ella estuviese, mejor para su cuerpo, para su mente y para su odiosa e incontrolable erección.
¡Pues, entonces, deja de mirarla, joder!
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