jueves, 13 de febrero de 2020

CAPITULO 170 (TERCERA HISTORIA)





—Hola, papá.


—¿Qué tal, mi niña?


Su padre se levantó de su magnífica silla de piel frente a su majestuoso escritorio, de su grandioso despacho, para recibirla. Se besaron la mejilla.


Había ido al bufete para recoger las denuncias de maltrato animal.


—Me he dado cuenta de que hay varios despachos vacíos —le comentó Paula, sentándose en uno de los sofás del lujoso saloncito que había a la izquierda—. Creía que no te gustaba que se fueran más de dos de tus abogados de vacaciones a la vez.


—Toma —Elias le entregó un vaso de agua y se acomodó a su lado—. No están de vacaciones.


—¿Ha habido despidos? —se preocupó ella—. ¿Por qué?


—Ellos han decidido irse —respondió su padre, serio—. Hace dos semanas, cinco de los siete abogados del bufete, junto con sus becarios y secretarias, me presentaron su renuncia. Solo quedan Ramiro y Rupert, nadie más —frunció el ceño—, aunque Rupert anda un poco alterado desde entonces, más cascarrabias de lo habitual, y no para de discutir con Ramiro.


—Pero...


—Al menos, terminaron los casos que tenían abiertos y, por cierto — levantó una mano para recalcar—, fueron casos que curiosamente perdieron en los tribunales —enarcó las cejas—. Los interrogué por separado, uno a uno. Todos me dijeron lo mismo: que no podían continuar aquí, nada más.


—No lo entiendo... Tus empleados te adoran, papá. He trabajado aquí. Sé de lo que hablo. Lo he visto con mis propios ojos.


—Eso creía yo. Está claro que nos equivocamos.


—¿Y el bufete? ¿Cómo ha ido estas dos semanas sin ellos?


Elias se recostó en el siento y se cruzó de brazos.


—Teníamos un cliente de Nueva York que quería contratarnos. La semana que te fuiste a Los Hamptons con Pedro, mandé a Ramiro en lugar de ir yo, pero Ramiro regresó con las manos vacías. El cliente se retractó en el último momento.


Paula se alarmó.


—Papá... —apoyó el vaso en la mesita y tomó la mano de su padre—. ¿El bufete va bien?


—Perder esos casos... —chasqueó la lengua—. Digamos que lo hemos notado. Los clientes nos han denunciado. No estoy nervioso porque se está encargando Ramiro y sé que lo hará bien. Pero en estas dos semanas hemos perdido demasiado, no solo a nivel material —se incorporó y caminó hacia el escritorio. Cogió el periódico que descansaba doblado en una esquina y se lo dio—. Hoy somos noticia de portada.


Ella desorbitó los ojos al ver la foto de su padre en portada del diario The Boston Globe y el titular que decía: El principio del fin de Chaves.


—¿Qué puedo hacer, papá? Lo que sea —se levantó.


Elias sonrió con tristeza y la abrazó.


—No tienes que hacer nada, mi niña —la besó en el flequillo—. Y ahora ve con Mary, que tiene preparado todo lo que necesitas para la gala —la soltó y se sentó en la silla de piel—. Me dijo mamá que te llamaría para almorzar juntas.


—Me llamó antes de venir aquí.


—Adiós, hija.


—Adiós, papá.


Paula salió del despacho, desorientada por tan malas noticias. Acudió a la mesa de Mary, la secretaria de su padre, una mujer de mediana edad que llevaba en el bufete desde el inicio. Era muy sincera y, en algunas ocasiones, se la podía considerar maleducada porque no escondía sus opiniones, buenas o malas, pero era leal y muy cariñosa a quienes apreciaba. Sus trajes de falda y chaqueta de color negro y sus camisas blancas, repletas de volantes en el escote, eran su distintivo, regio y profesional, al igual que su moño bajo y tirante. Tenía los cabellos negros como un cuervo, al igual que sus ojos, directos como ella.


—¿Y esa cara, cielo? —se interesó la secretaria, poniéndose en pie al verla aparecer.


—Papá me lo ha contado.


—¿Te preparo una infusión?


—Gracias.


Unos minutos después, las dos bebían una tila cada una en la pequeña cocina del bufete.


—Por desgracia, así es —le confirmó Mary, haciendo una mueca—. La prensa es mala. Siempre lo he pensado. Los periodistas sensacionalistas solo buscan las heridas para abrirlas.


—¿Qué heridas? —preguntó, sin entender sus palabras.


—Tu compromiso con Ramiro.


—¿Qué tiene que ver mi compromiso con Ramiro? —se le aceleró el corazón.


—Tu padre publicó el anuncio de vuestra ruptura en el periódico cuando te marchaste a Los Hamptons con tu... —carraspeó, divertida—, con tu novio. Y que sepas que me encanta. Se os ve tan felices... —añadió en un suspiro teatral.


—Pero si no nos has visto, Mary —arrugó la frente—. No comprendo...


—Os ha visto todo el país, cariño. ¿Es que acaso no lees la prensa?


Paula sacó el móvil del bolso y buscó su nombre en internet.


Inmediatamente, un sinfín de noticias y de imágenes sobre ella y Pedro poblaban páginas y más páginas de resultados en buscadores como Google.


—Y déjame decirte que en YouTube el video de la fuente alcanzó el millón de reproducciones en menos de una hora desde que lo subieron.


No daba crédito... Se metió en YouTube y descubrió que, en efecto, ¡los habían grabado!


—Pero ¡¿qué es esto?! —exclamó, pálida.


—¿No lo sabías? —le dijo la secretaria, frunciendo el ceño—. Cariño, Pedro Alfonso es más famoso que el padre de Ramiro, te lo aseguro —le golpeó el brazo con suavidad—. Y digamos que ahora la reputación de Ramiro ha
bajado algún que otro escalón, no solo a raíz de la ruptura de vuestro compromiso, sino que se lo tacha de cornudo —se rio con malicia—. Ya sabes que nunca me gustó, mucho menos para un angelito como tú —le acarició la mejilla—. No le deseo ningún mal, pero se lo tiene merecido.


—¿Co...? ¿Cornudo? —balbuceó en un hilo de voz.


—Hagamos una cosa —le quitó el iPhone rosa y apagó la pantalla—. Mejor te lo cuento yo, porque, como sigas mirando en internet, te vas a caer redonda al suelo —soltó una carcajada. La empujó con suavidad hacia las sillas que había en una esquina, en torno a una mesa circular donde los empleados comían—. Deduzco que no sabes nada de lo que se ha hablado sobre ti en internet.


Ella negó con la cabeza. Sus pulsaciones se dispararon.


—Bueno, pues... —comenzó Mary, sonriendo con picardía—. Desde la fiesta del Club de Campo, has estado protagonizando un triángulo amoroso en las revistas de cotilleos.


—¡Qué! —gritó Paula, incapaz de controlar su inquietante estado.


—Tranquila —le apretó las manos—. Según lo que dice la prensa, esa noche, tú discutiste con Ramiro antes de la cena y te marchaste de la fiesta. Pedro y él se enfrentaron por ti. Todos los invitados fueron testigos de ello, incluso se comentó que Catalina Alfonso tuvo que sujetar a su hijo porque, si no, se liaban a puñetazo limpio.


—Ay, Dios... —se tapó la cara, horrorizada—. ¿Qué más, Mary?


—Al día siguiente, en vez de hablar de la inauguración del verano en el Club, los periodistas especularon sobre vosotros tres, publicando fotos de ti y de Pedro paseando con bolsas por la calle —sonrió de nuevo—. Se os veía muy felices y bastante juntos. Salís en todas sonriéndoos el uno al otro, muy cómplices. Ahí empezaron a llamar a Ramiro cornudo —suspiró—. También, hay fotos tuyas en las que se te ve saliendo del hospital donde trabaja Pedro.
Y, después de la fiesta de jubilación de Samuel Alfonso, se publicó el anuncio de tu ruptura con Ramiro. Las fotos en Los Hamptons y el video de la fuente se publicaron cuando Pedro y tú estabais todavía allí. Ramiro es famoso por ser
el hijo del magnate corrupto Hector Anderson, pero Pedro Alfonso es uno de los solteros más codiciados de Estados Unidos, cariño. Y estate tranquila, que todo el mundo alaba tu decisión y te apoya con Pedro, incluso afirman que has llenado de calor el frío corazón del médico —sonrió por enésima vez—. Las últimas fotos son de hace dos semanas. ¿Estáis viviendo juntos?


—Ay, Dios... —repitió ella, poniéndose en pie—. ¡Nunca he visto a ningún fotógrafo! —gesticuló al tiempo que hablaba. Su voz se tornó aguda sobremanera—. ¡No sabía nada!


—A ver, cariño —se incorporó y la sostuvo por los hombros—, ¿qué problema hay? Se os ve muy enamorados, sobre todo a Pedro. Echa un ojo a las fotos y te darás cuenta de lo que te digo. Ese muchacho te mira como si fueras su universo —arrugó la frente—. Ramiro jamás te miró así, ni te trató así. La prensa sensacionalista puede inventarse palabras para crear incertidumbre, pero las fotos son reales. Y me alegro de que Ramiro haya pasado a la historia, cariño. No es un buen hombre, mucho menos para ti.


No. No lo era. Eso, precisamente, era el problema...


—¿Por qué crees que lo que sucede en el bufete guarda relación con... —se ruborizó—, con mi triángulo amoroso?


—La prensa seria, tipo The Boston Globe y otros periódicos a nivel nacional, rumorean que la caída del bufete se debe a tu ruptura con Ramiro, porque Ramiro, a pesar de ser hijo de Hector, había conseguido en estos cinco
años mantener una reputación intachable en cuanto a los tribunales y a la alta sociedad, a los contactos que tiene —chasqueó la lengua—. Es decir, que los supuestos amigos de Ramiro, que logró gracias a tu padre por trabajar aquí cuando Hector Anderson entró en prisión, no son tan amigos porque prefieren huir de Ramiro, del bufete, incluso, con tal de no estar relacionados con un escándalo. Y el escándalo es un hecho desde la fiesta del Club de Campo.


—O sea —concluyó Paula, al borde de las lágrimas—, que si solo quedais Ramiro, Rupert y tú en el bufete es por mi culpa —le temblaron los
labios y se los cubrió con una mano—. Y si mi padre tiene problemas, denuncias de los clientes y demás, es porque rompí mi compromiso con Ramiro...


—No, cariño —la abrazó al instante—. No pienses eso. Tranquila. Es solo especulación de la prensa, nada más.


—¿Y por qué mi padre nunca ha tenido problemas hasta ahora? — retrocedió. Su rostro ya estaba mojado por el llanto—. No puedo permitir esto. Tengo que hablar con mi padre, tengo...


—Paula —la detuvo, muy seria—. Escúchame bien. Tu padre ya ha iniciado una investigación sobre los abogados que se marcharon, porque no se fía de que hayan perdido sus últimos casos por casualidad —alzó las cejas—. ¿De repente, cinco abogados renuncian a su puesto de trabajo después de perder un caso, los únicos casos que ha perdido el bufete? No, cielo —negó con la cabeza—. No es casualidad. Alguien está provocando esto y tu padre lo
está investigando. Ramiro lo está ayudando porque piensa lo mismo que tu padre.


Bueno, Ramiro era una mala persona, pero también era un buen abogado que había aprendido del mejor, de Elias Chaves.


Gracias a las últimas palabras de Mary, Paula se marchó del bufete menos agitada.




2 comentarios:

  1. Wowwwwwwwwww, qué caps tan intensos!!!!! Y seguro que Ramiro está detrás de todo lo del buffet.

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  2. Seguro que el hdp está atrás de todo esto!

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